Escaleras rojas que crujen

Aunque vaya para Montparnasse hay razones para bajarse en Goncourt. Es París y es motivo suficiente para seguir cualquier sospecha de amor, aunque las pistas  hayan sido sólo un par de miradas. Y como en un first person shooter, logras un headshoot a las espaldas de las gárgolas de Notre Dame. El vino en los perfectos jardines es el mejor de los pretextos. Llega el momento en que no se necesita de una guitarra para hacer sonar acordes,  caen las primeras gotas de lluvia sin truenos que hayan anunciado previamente la tormenta. Así es París en verano, húmedo, elegante y sensual. El tiempo corre más lento, puedo ver a ritmo semilento cómo se mueven tus labios cada que pronuncias una palabra. Las escaleras rojas que crujen hasta llegar al último de los pisos: es el inicio del fin. Es fácil verse en cada uno de tus gestos, es fácil terminar una noche e iniciar un nuevo día sólo mirándote.



Publicado originalmente en Indicio.

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