Noche de pensar

Era una noche para pensar. Había de todas, unas para bailar, otras para leer, otras escasas eran para mirar. Ésta, era para pensar. Y te pensé. Pero no como se piensan a las personas que uno aprecia y que desea que se encuentren bien, a ti te pensé formada por millones de granos de arena de mar moviéndote a la orilla de las playas de Acapulco, más alta que los edificios de la Costera, te desplazabas entre palmeras que apenas te llegaban a las rodillas. De vez en cuando pisando un coche sólo para divertirte. Te pensé caminando hacia mi, sin advertirme, pisándome y dejándome incrustado sobre la planta de tu pie. Así caminaste por varias horas. Te aburriste y regresaste a tu lugar, el mar. Ola tras ola deshaciéndote. Haciéndote una con el mar. Y yo ahí, flotando, buscándote entre la arena que te había comido por completo. Pensando. Era noche de pensar. Entonces entendí que el mar no te comió, tú te comiste el mar y la arena. Sí. Cada vez que vea el mar, cada vez que vea la arena, cada vez que piense en ti.



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