Pesadilla de mejillas rosadas 0.2


De un solo y largo sorbo terminé con el whiskey en las rocas. No quise pedir otro, así que me metí las hielos a la boca para jugar con ellos, así los tuve un par de minutos mientras llevé la mano sobre mi corazón, justo en donde tenia el sobre que acaba de recibir... vaya, no mirarlo todavía, ¿Cómo podría no morir de ganas de abrir ese sobre? Justo después de haber mirado a la mujer de las mejillas rosadas, esa que había superado ya hace unos años cuando la dejé caer del tercer piso del tobogán cuando amenazó con clavar ese desarmador una segunda vez sobre mi pecho. Deseé que muriera, es verdad, pero las cosas no ocurren sólo con desearlas. Después de arrojarla hacia el piso con una patada sentí temor de voltear al piso, sentí temor de bajar de inmediato a encontrarme con su cuerpo y verla nuevamente. Corrí más bien hacia el otro lado de la plataforma y me arrojé por el tobogán, caí a la alberca fría y me marché sin mirar atrás. Quería que estuviera bien muerta clavada sobre las filosos puntas de ese maguey, pero tampoco quise comprobarlo. Me puse la bata de baño, me vestí y abandoné la casa de mis amigos. No recibí ninguna llamada para preguntarme sobre qué hacía ese cuerpo ahí, tampoco vi nada en las noticias, mucho menos recibí una llamada de la policía para preguntarme por ella. Pero ahora estaba ahí. En el mismo avión, muy probablemente se había olvidado de todas esas amenazas que me hizo y de la forma en que me revelé hacia ella. Todo empezó la vez que no quise resolverle su proyecto escolar, esa tarea de la Maestría que implicaba la producción de un video que me negué a hacer. Ese día se dio cuenta de que no era yo uno más de sus admiradores incondicionales y que no podría seguir manejándome a su antojo. Mientras dormía sobre su cama sentí una punta fría sobre mi garganta, era un filoso cuchillo para la carne que repasaba mi garganta. Abrí un ojo solamente y la miré con la mirada fija sobre mi garganta. Tomé un respiro y me di la vuelta suponiendo, como aquella persona que simplemente se da vuelta sobre sí misma al dormir. Respiré lento, esforzándome por no acelerar mi respiración, ella lo notaría y se daría cuenta de mi cobardía al no enfrentarla, pero no sabía como actuar ante una mujer que me ponía un cuchillo sobre el cuello minutos antes de haberme dicho que me amaba. No sé de dónde saqué valor. Me di la vuelta y pronto sentí un abrazo amoroso sobre mi espalda proveniente de unas manos frías. Me dejé llevar por las manos del mismo diablo que me tomaba dulcemente por la espalda. No quise actuar, esa noche me di por vencido, decidí que dejaría llevarme por el demonio si esa era la mejor oferta que tendría durante esa fría noche. No acabó conmigo, pero pensé que sería la última vez que estaría ahí, con ella, con esa desconocida que intentaba matarme mientras me descuidaba. No sabía cómo, pero tendría que revelarme. 

No era el mejor momento para sacar ese papel, pero decidí dejar de ser presa de ese temor que me llevaba los últimos dos años caminando con temor por todas las calles. Ingresaba al Metrobús en la parte más lejana al vagón de mujeres y con la cabeza mirando al piso, no quería encontrarme con ella, en su ruta, ni en la peor de las casualidades. Hablaba bajo en los restaurantes, pues temía que me oyera. Un día creí verla caminar frente a mi cafetería preferida, ese día me llené de valor, me puse de pie para encararla y pedirle que no volviera más por allí, pero no la alcancé, no estuve seguro de que fuera ella. Así eran las emociones con ella. Al diablo, tomé el sobre que tenía dentro del la bolsa de la chamarra, lo rompí en pedazos y lo tiré sobre el pasillo del avión. Era papel duro, quizás cartulina, no fue fácil deshacerme de él, aún así, lo hice trizas. Abrí nuevamente mi 3DS y seguí jugando Star Fox. Se acercó el hombre del trago, sin mirarme barrió los trozos de papel hacia un recogedor de mango elegante. Lo ignoré. Él me ignoró también. Decidí que ahí había terminado mi aventura con ella, con la mujer que no pasaría nuevamente por el pasillo, por no atreverse a mirarme a la cara. Cerré el 3DS y descansé los ojos un poco. Sentí que mi cabeza dio un chicoteo al estar quedándome dormido, saqué una almohadilla de Miniso sin abrir los ojos. No abrí los ojos, como cuando uno cree que al no abrirlos será suficiente para no espantarse el sueño. Fue entonces que sentí una mejilla cercana a mi, unos labios que suspiraban frente a los míos sin decir una sola palabra, su respiración era contundente. Regresó para poner su boca frente a la mía. Estoy seguro de que fruncí el ceño, no estaba dispuesto a tolerarla una vez más. Abrí los ojos y la miré en medio de un gran estanque, en un compartimiento especial del avión con una alberca adherida con un gran tiburón blanco en el fondo. Delicadamente entró al estanque y a lo lejos marcó con sus labios "se acabó", no lo dijo, sólo formó esas palabras con su boca y se dejó caer en el estanque donde el tiburón se movía lentamente. Me puse de pie y decidí marcharme sin darle la mayor importancia. Encontré la forma de volver al área de pasajeros y me quedé nuevamente dormido.

Continuará...




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