El piso que habla, y me habla todo el tiempo de ti

Sin saber qué es lo que tenía que decirme pegué mi oreja al piso. No solo las paredes hablan. El suelo sobre el que caminamos todos los días resguarda el palpitar del mundo. Vibra permanentemente con el espíritu los pasos que lo recargan para tener siempre historias nuevas que contar. Acumula. Aveces pasos, aveces brincos, aveces susurros, aveces cachetadas. Toneladas que recaen en forma de martillos, tacones o puntas de cincel. Descansa, ya estás cansado, me dijo. No sé si por que arrastraba mis pies o porque ya no tenía la fuerza de cuando chico, pero arrastraba mi vida. Yo no entendía nada. Pero fue el azulejo quien me dijo que escribiera de ti. De ti, que nos abandonaste hace tantos años, pero que dejaste las huellas de tus zapatos sobre las losetas. Tantas escobas acabaste acariciándome la espalda. Y aún escucho cómo arrastras los pies para masajearme los hombros. Que aún siento cómo me haces cosquillas cuando azotas sobre el piso el trapeador mojado para que deje ahí las últimas de tus energías. 


No sabía porqué recordaba tanto de mi infancia. Pero hoy has venido a decírmelo con el piso que habla, y habla todo el tiempo de ti.






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