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Me llamo León y no soy despiadado, no soy agresivo, muchas veces siento temor, tampoco soy el líder de ninguna parte, me describiría más bien como una persona gris. No soy cobarde, pero tampoco defendería a alguien si me siento en desventaja. Soy más bien como la marea, aprovecho el impulso y siempre gano permaneciendo compacto junto con las olas.
Me considero práctico. Dejo las luces donde están y no me desgasto. Presiono. Disparo. Apunto. Presiono. Disparo. Disparo. Y me va bien.

Esta mañana revelé unas fotos tamaño título. Solemos regalar una foto en el paquetito. Pagan 6 pero les ponemos 7, se le ocurrió a mi abuelo y nadie lo ha cambiado desde entonces. Sí, gastamos más papel, pero eso es lo que nos distingue. Entre las fotos a entregar, encontré un retrato que me llamó la atención, no era una mujer tan guapa, le calculo unos veintitantos, pero me llamó la atención. Mientras la miraba sentí que me habló. ¿León? La miré nuevamente. ¿León? No sé si fueron los químicos o andaba con ganas de platicar. Me reí con migo mismo y recorté los retratos. En ese momento llegó un cliente. Buenas tardes, vengo por unas fotos de la señorita Aliah Bonilla. Tenía sus fotos justo en mi mano. Pensé en quedarme con la séptima foto, después recapacité. Señor, qué bueno que viene, ocurrió un accidente y se veló el rollo, tendrá que venir la señorita nuevamente, nosotros asumiremos el costo y le regalaremos una foto de estudio para cuando guste, es una pena. Si viene hoy mismo antes de la comida, para la noche podríamos tener las fotos listas. El hombre molesto asintió y dijo algo que no quise escuchar. Se dio la vuelta e hizo una llamada telefónica. Regresó. Llega en 5 minutos. Me disculpé y sonreí como cuando adivino en qué acabará la película antes que los demás, y sin decir nada respiré profundo. 

Me miré al espejo, y con el atomizador que usan los clientes, me humedecí el cabello y me peiné mientras me miraba fijamente a mis propios ojos. Sólo tenía que esperar.


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