Grandes colmillos y un pelaje bonito .7

Podría decirse que era mi habitad. Tenía perfectamente ubicado ese clima, ese en el que siempre gano, encima de mi presa. Antes de devorarla juego un poco con ella, sólo para demostrarle quién manda. Sus huesos son esos troncos que con una delicada mordida, parto en dos. Fácilmente. No es claro el horizonte, siempre hay una neblina que puede cegarte de un momento a otro. Podrías tener el camino claro, y en ese mismo momento, se podría poner oscuro, podrías sumirte en medio de la espesura y terminar consumido por la inmensidad. Humedad. Líquido entrándote por todas partes, dejas de ser tú mismo, para convertirte en una espesa sopa, de la que sólo eres un frío aderezo que sobra al platillo, pronto te retirarán y quedará solo ese insípido caldo. Dicen que estos climas viven los lobos, solitarios aun permaneciendo dentro de la manada. Esa es mi realidad, estar solo deseando una presa, pero al mismo tiempo encima de ella. Con todos, pero solo. Infeliz. Terriblemente infeliz, siempre en búsqueda de algo que puedo tener entre mis dientes. Despreciable. Siempre migrando, escapando de la neblina y de la felicidad. Atascado en sentimientos incomprensibles, rodeado de estrellas a las que les pido cosas, mientras las agredo y les exijo que desaparezcan. En esa zona no tengo depredadores, y aún así, tengo miedo, soy una bestia insegura que se apropia de las palabras de aliento, que se ancla a las frases hechas que me nombran depredador. Como todos los de mi especie, no sé cumplir promesas. Estoy descompuesto. Soy violento y vacío detrás de un pelaje hermoso. No se confundan. Mi brilloso pelaje impresiona, muchos han muerto queriendo acariciarme. Es el momento en que traiciono, anclo mis dientes, destrozo a mi presa y quedo solo. Siempre solo y también destrozado. Entre la neblina, entre la lluvia, entre rocas que martillan mis pensamientos y que me responden con mi propio eco. El eco lastima, duplica la soledad y amplifica los espacios vacíos. Estoy amplificadamente hueco. El eco de mis aullidos no los escucha nadie. La hermosura es un castigo con el que cargaré siempre mientras sea lo que soy, lo único que sé ser. Devoro. Destrozo. Traiciono. Me voy. Tampoco soy tan brillante, solo tengo grandes colmillos y un pelaje bonito. No soy tan brillante, pero me engaño seguido. Nuestras miradas se encontraron. Estaba dulcemente aterrado, justo con esa expresión que disfrutaba antes de destrozarlo para disfrutar su dolor, para después volverme a destrozar en medio de un charco de sangre.

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