Alaridos, gritos, porras

Nos tomó de la mano, bajamos del metro Balderas y caminamos a toda velocidad. Cada uno veníamos tomados a una de sus manos. Muchas personas caminaban cerca de nosotros. Más nos apretaba las manos. Realmente no cami
nábamos, flotábamos. Cada vez más bullicio, luces, vendedores, música, gritos. En medio de la oscuridad, retumbó el jarabe tapatío, un rayo salió de los pasillos y se convirtió en una tormenta de alaridos y porras. No entendíamos completamente lo que sucedía, pero estábamos perdidos entre una ola oscura de rostros y puños levantados. Nos soltó un poco pero sin descuidarnos. Nos entregamos a la noche, nos dejamos balancear entre los zumbidos de felicidad. No hay forma de medir lo inmensa que puede ser la alegría de un niño cuando se llena su mundo de ilusión. Y esa noche me la regalaste toda. La sembraste muy profundamente en el corazón. En el corazón viven las personas que dan todo por ti, y se quedan ahí todas las vidas. Todos los tiempos. Siempre. Sigue tu maratón hacia la luz, con la certeza de que te pensamos mucho, te amamos y de nos volveremos a encontrar.

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