Caso: Bodoque

Idiota. Pensé mientras cerraba el libro en que un decadente detective decía sus últimas palabras en medio de la agonía. Se acercó Rebeca y me preguntó si traería el capuchino de siempre, no tuve que decir nada, mi sonrisa le dijo que tendría que ser con leche deslactosada light. Como todas las mañanas, me senté en la mesa del merendero que da hacia el jardín, por donde pasan todos los paseadores de perros, y de vez en cuando una chica pasea a su propia mascota, desde que terminó la pandemia volvieron a las oficinas, y las mujeres con mascota son cada vez más escasas. Rebeca me entregó el café con una ridícula galletita. Obviamente me comí primero la galleta. 

Saqué mi celular, abrí el grupo de Perritos perdidos de Facebook, para ver las recompensas y si había algo cerca del barrio, apareció un estúpido Chihuahua con un gorro de estambre. Se ofrecían cinco mil pesos, pensé que era una buena cantidad como para ensuciarme un poco las manos, la última vez que se le vio tomaba agua en el bebedero de Tierra Garat, justo el café que estaba enfrente. Dejé un billete de 50 pesos sobre la mesa y me marché. 

Por la compra de dos chocolatines me permitieron ver las cámaras de Garat, se veía claramente cómo un hombre se acercó al maldito perro, le acarició, pero no se lo llevó, se marchó. El perro quedó solo, y después, quizás solo unos segundos después, el perro se marchó como si no estuviera amarrado. Viejo truco, sólo le aflojó el collar, se alejó un poco y el nervioso perro haría el resto, acompañaría al fulano que seguramente ya traía una jugosa galleta para darle al perro maricón. Agradecí al encargado de Garat, y entré a la taquería de al lado, su cámara debió de haber captado el movimiento del ladrón de perros mierda. Y sorpresa, cuando miré al taquero que acomodaba el pastor, era el mismo que aflojó el collar al liliputiense. El pastor debe ser carne de perro, no tengo dudas de ello, amamos a los perros, por eso los tacos de pastor definitivamente son de perro.

Esto sería más difícil de lo que pensé. Tenía que entrar a la taquería y comer algo, pero era muy temprano para pedir un taco, así que regresé al café de Rebeca. 

Mientras, tomé el teléfono y escribí a la mujer que daba los 5 mil morlacos que su perro estaba muerto, pero que le diría quién lo asesinó, y que ello ameritaría al menos la mitad de la recompensa. De inmediato me dijo que sí, pidió verme, justo estaba pegando carteles en los postes a dos calles de distancia. Le pedí fuera al café de Rebeca, llegó en menos de 5 minutos, le agité la mano de lejos, me identificó. 

Fotz, Vicencio Fotz, detective de mascotas -dije, mientras le entregaba una tarjeta en forma de perro con un código QR-. Ella respiró profundo, se sentó junto a mí, y me tomó de la camisa.

-Escúchame muy bien imbécil, no vas a jugar conmigo, antes de que quieras robarme, te habré partido toda tu pinche madre.

-No hay necesidad de ser violentos, señora... -y dejé un espacio para que me dijera su nombre, mientras sentía un extraño placer por su violenta intromisión.

-Adela, me llamo Adela.

Se relajó y se echó para atrás. Visiblemente estaba alterada y tomaba aire para calmarse. Cerró los ojos unos segundos y los volvió a abrir. Sus ojos eran espectaculares. Eran verde como el mar, el de Sayulita, así, limpios. Transparentes. Vivos. Tendría unos 30 años, su porte era el de una gerente de un banco de tercer mundo, uno de esos de pagos chiquitos, o de una tienda de venta en cómodas mensualidades. Era bastante ordinaria. Pero, aún así era hermosa. 

-Pues así son las cosas, Adela. Puedes seguir amenazándome, o podemos empezar a negociar cómo le haremos.

-Detective de mascotas, suena a película tonta para tragar palomitas. ¿Cuánto cobras por hora?

-Solía cobrar por caso, o recompensa, pero ahora que lo mencionas, creo que podemos llegar a un acuerdo.

-¿Cuánto?

-Quinientos pesos la hora, y haré lo que tú me digas.

-Idiota, te daré 200.

-¿Dónde firmo?

-Si Bodoque está muerto, solo quiero pruebas, quiero el cadáver, quiero saber quién lo mató, y después que me ayudes a matarlo.

-¿Yo sólo soy un...

-Un idiota, te daré los 500 por hora hasta que la tarea esté terminada. ¿Estamos?

Estaba ofendido, nunca me habían pedido cosa semejante, estaba apunto de decirle lo agraviado que me sentía, cuando me dio un beso en la boca, un beso de esos que te despegan de la tierra, con la misma premura me soltó, dejó un puñado de billetes sobre la mesa.

-Te buscaré mañana, no importa si tienes que trabajar toda la noche. Quiero buenas noticias.

Me limpié el labial que aun tenía sobre mis cachetes que también mantenían moronas de la galletita de Rebeca. La vi marcharse, su figura era espléndida. No sabía qué haría exactamente, lo único que tenía claro era la figura de esa mujer, eso sí que estaba claro y eso sí que no me dejaría dormir. Pedí un omelette de jamón y queso con ensalada de jitomate cherry y albahaca


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