Es de agua

Tengo una planta. Ciertamente tengo muchas plantas y en honor a la verdad, la planta a la que me refiero, no es precisamente mía, pero para efectos narrativos vamos a denominarla como mía. Sí, está en mi propiedad y desde hace un par de años soy su responsable absoluto. Pasó por diferentes espacios de mi departamento, hoy está en mi recámara, es lo primero que veo cuando despierto. Cuando no puedo dormir veo su sombra como cabeza de Bob Patiño. Los día buenos es un Bob feliz, erguido, fuerte. Pero los días de sol se deprime. Baja sus alas como el capote de un torero que esconde el dolor de la muerte. Entristece. Es una planta de mucha agua. No es débil. Es de agua. Algunas no necesitan mucha agua, está sí. Ahí está. No me mira, se concentra en deprimirse, dejar sus brazos arrastrar, y mirar a la tierra. Le echo agua y mañana estará mejor. Siempre está mejor, pero primero se le echa agua. No la confundan por favor, no la compadezcan por favor, no sientan pena por ella, por favor. Nunca le digan pobrecita, nunca duden de que se levantará. Será ella la única que resista y subsista cuando ninguno de nosotros estemos aquí. Quizás un día baje las hojas, pero tarde o temprano se recuperará y estoy seguro que nos recordará con gusto. Mientras me iré a la cama con la plena seguridad de que será ella quien me verá despertar y así, como ahora tengo seguridad de su resplandor, mañana, ella, con una sonrisa erguida sabrá que desperté y me verá levantarme. No es nada malo, solo que es de mucha agua.

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