Reflejo en el cristal

Venía concentrado en apretar el libro que llevaba bajo el brazo para que no cayera la tarjeta que me acaban de regalar, crucé el eje, una avenida de 6 carriles con muchos motociclistas, apreté más el brazo. Pasé por la tienda de plantas, solo me distraje buscando una maceta con buganvilias que no encontré y seguí mi paso. Al sacar la llave para abrir la puerta de cristal que da al pasillo principal del edificio, me miré por primera vez a mí mismo. No me reconocí. Distraído, no introduje completamente la llave a la chapa como para tener más tiempo de mirarme en el agresivo reflejo que mostraba a otra persona, una con la que no había tenido oportunidad de conversar, no me disgustaba, pero sentía necesidad de saber más de él. Hice una media sonrisa para corroborar que era yo, efectivamente, el reflejo era preciso con mi gesto. Me olvidé del reflejo y decidí ser ese nuevo tipo con prisa de llegar a casa para seguir leyendo el libro que traía bajo el brazo. Abrí el libro justo en donde permanecía la tarjeta con la tajante afirmación de Cortázar:

Siempre fuiste mi espejo quiero decir que para verme tenía que mirarte.


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