Ya no somos los mismos


Sabemos lo que no queremos. No nos interesan tanto las cosas que brillan ni las impresiones saturadas. Ya no nos intimida una conversación con desconocidos, pero tampoco nos dejamos sorprender por cualquier grandilocuencia.

Caminamos por la playa con cierta confianza, con frecuencia, hemos perdido el miedo a la enormidad, sabemos cómo pegan las olas cuando te toman por la espalda. Aprendimos a brincarlas y a meter la cabeza al mar para evitar los chicotazos de agua. Aún nos revuelca el mar, aún nos da frío el primer chapuzón.

Miramos el amanecer previendo lo breve. Acomodamos la silla frente a la puesta de sol, sabemos que será pronto. Sabemos que si no es ahora, nos lo perdemos. Sabemos que con la noche vienen los mosquitos, y el frío, y el magnetismo de la luna que nos empuja hacia las palabras, sabemos que hay noches en que la luna exige nuestra atención y nos quita el sueño para decirnos cosas al oido.

Olemos el mole y ya sabemos que es del que pica pero que también es dulce. Mantenemos el agua fría en la boca antes de tomarla para que no nos duela la garganta. Le soplamos a la sopa caliente, ya no tomamos el limón solito. Aún disfrutamos del tecito caliente. Ya sabemos, por el olor, que alguien está tostando café.

Tomamos aire cuando queremos llorar, y a veces pasa.

Apretamos la mano cuando tenemos miedo.

Tomamos el café despacio para alargar la noche.

Soltamos el acelerador cuando frena el de enfrente.

Sonreímos cuando un niño pronuncia mal nuestro nombre.

Ya sabemos muchas cosas. 

También sabemos que el amor quedó en una cápsula grande dentro de nosotros y que ya no necesitamos decirlo para saber que existe, que ya no necesitamos mirarnos para saber que existe, que ya no necesitamos apretarnos la mano para saber que existe. Sabemos que existe.

Ya no necesitamos compartir el plato, el pan, la sal, el taco, las palomitas, el chocolate, las papas, el refresco, el café, otra vez el pan, otra vez la sal, el shampoo y otras veces el jabón. Ya no necesitamos mirarnos nuevamente para saber que nos amamos. Porque ya nunca más nos veremos, y aun así, sabemos que con cada aroma, con cada sabor, con cada sonido, ahí nos encontraremos y el amor que sentimos, permanecerá intacto. 

Ya no nos sorprenden tantas cosas. Ya aprendimos otras. Ya lloramos por tantas. Ya nos tuvimos tanto, que ya nos llevamos dentro.




Comentarios