Para no olvidar

Recordar nunca ha sido mi fuerte, por eso escribo. Cuando me preguntan cómo fue mi época en la secundaria, solo puedo recordar lo que leía, pero no una memoria ordenada, apenas como chisguetes que aparecen en mi memoria. Recuerdo los versos de Sor Juana, con palabras extrañas que transcribía en mi cuaderno sentado en el escritorio que mi padre puso a un lado de la mesa del comedor, el cuál me apropié, porque, aunque éramos tres hermanos en casa, yo iba a la secundaria y era quien tenía tareas más importantes, ya no me levanté de ahí, seguí y seguí, usé los cajones para mis libretas y algunos libros. El cajón principal lo reservé para mis tarjetas de futbolistas y súper héroes. Ahí tenía también mi Pequeño Larousse, que de pequeño no tenía nada, y en donde buscaba los significados de las palabras que no entendía, de eso trataba la tarea de Español, de hacer paráfrasis. En ese mismo escritorio leí el fastuoso inicio del Quijote en un libro que tenía resúmenes de las grandes obras clásicas del idioma, empezando por el En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme. Pensaba en de qué sería aquello de lo que no quisiera acordarme. Hasta el momento mi me moría era pura, era sana, no tenía recuerdos que quisiera borrar, todos era valiosos e ingenuos. Me daba miedo olvidar a mis abuelos, comiendo en su casa grande y solitaria, en su mesita. Mi abuelo, silencioso, trozando un cacho de tortilla a la mitad para llevárselo a la boca, mi abuela tierna y dulce, amable, condescendiente, siempre santa. Yo, ahí, de apenas 8 años, mirándolos, preguntándome cómo se llega esa edad, preguntándome cómo se siente la vejez, cómo se siente no tener cabello y tantas arrugas, en qué momento empiezas a caminar despacio y a arrastrar los pies. ¿cómo se puede comer sin dientes? Mi abuelo tenía una dentadura postiza, en la noche se quitaba los dientes y una vez vi cómo los dejaba en un vaso de agua. Sentí terror, le pregunté a mi mamá porqué mi abuelo se quitaba los dientes y se atacó de risa. Esos eran mis recuerdos, no quería olvidarme de nada. ¿Qué había en la Mancha para querer olvidarlo? 

No quiero olvidar mis recreos en el Kínder, no quiero olvidar las vacaciones en Acapulco, los domingos en el Real Cinema, las navidades en casa de mis abuelos, los sábados en el parque los cañones, escalando un muro de piedras y comiendo tacos de birria, no quería olvidar nada. También recuerdo al Cid Campeador, es otro momento de mi infancia, sí, me tocó representar al Rey en el tercer acto de la obra que organizamos en la escuela y con la que nos calificaron el 5to bimestre. Fue aterrador, tuve varios diálogos, una corona y una gran capa roja. La maestra me regañó porque movía mucho la capa y eso distraía, ahí acumulaba mi nerviosismo, mi terror. 

No era de los que levantaban la mano para participar, era más bien penoso, me ponía rojo cuando me preguntaban. ¿cómo es que hay niños que nacen sociables? Preguntan cosas, interactúan, hablan, buscan temas de conversación, levantan la mano en la escuela y piden la palabra. Nunca fui de esos, era más bien de los que me escondía cuando el profesor hacía preguntas, cuando era a fuerzas, tenía que anotar en papel primero aquello que quería decir, y trata de leerlo con naturalidad. Así era en la secundaria. Pero no lo recuero así, recuerdo las aventuras de Rodrigo Díaz de Vivar, o los versos de Sor Juana interrogando a la sociedad, o a Alonso Quijano narrando aventuras nunca antes conocidas. 

Sigo teniendo miedo de olvidar, por eso escribo.




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